Se ha dicho que el arte gótico resulta de la evolución
del arte románico, sin embargo observamos actitudes diferentes e incluso
opuestas. Si el Románico es recogimiento, oscuridad, solidez; en el gótico hay
luz, color y elevación a lo divino. Este cambio de actitud es la clave
fundamental para distinguir ambos períodos.
1.-Tanto en el
románico como en el gótico, la religión es la fuente de inspiración del arte.
El monasterio, la máxima expresión de la arquitectura románica y la catedral,
símbolo de la arquitectura gótica reflejan el carácter religioso de ambas
épocas y por ende la fe cristiana en la época medieval.
2.-
Las góticas tienen un arco encima de la portada.
3.-
Las románicas tienen forma de arco de medio punto mientras que las góticas
tienen forma de arco ojival.
4.- Las iglesias románicas eran más pequeñas que las góticas,
ya que en la construcción de estas últimas las ciudades competían para ver
quién las hacía más grandes.
5.
-Las románicas carecían de sensación de movimiento y no eran realistas.
Pretendían provocar emociones.
6.
-En cambio, en las góticas las figuras simulaban formas reales, cuidaban mucho
los detalles y adoptaron movimientos naturales.
7.-Esculturas:
Las dos eran en relieve y de Cristo crucificado y la Virgen con el niño pero en
las góticas se empezó a mostrar sentimientos.
8.-Pinturas:
En las iglesias románicas estaban pintadas en las paredes de alrededor de los
altares y en el techo. En las góticas se perdieron los sitios románicos por que
se las ventanas sustituyeron a los muros.
9.- El románico es un
arte eminentemente rural, se desarrolla en una sociedad conformada por
guerreros, campesinos y monjes; una sociedad tripartita en remembranza de la
trinidad religiosa. El gótico se desarrolla principalmente en las ciudades y
está marcado por el nacimiento de una nueva clase social, la burguesía.
10.- En el románico, la arquitectura se desarrolla gracias a la labor de los monasterios, subrayándose así su carácter religioso, siendo las edificaciones civiles de poco interés. Durante la época gótica, además de la iglesia, también figuraban como clientes de las obras artísticas los nobles y la nueva clase burguesa por lo que se desarrolló una importante arquitectura civil, tales como palacios, ayuntamientos y lonjas o edificaciones mercantiles.
Aunque se construyeron algunas esplendidas catedrales románicas e igualmente se llegaron a edificar monasterios enriquecidos con iglesias y claustros en el nuevo estilo gótico, esta frase encierra una gran verdad: el carácter rural y monástico del románico y el carácter urbano del gótico.
11.- Durante el
románico los conocimientos filosóficos, las técnicas de arquitectura, pintura,
escultura, etc. eran de la exclusividad de los monasterios; durante el gótico
todas las artes dejaron de ser monopolizadas por los talleres monásticos en
beneficio de las universidades y de los profesionales laicos organizados en
logias o gremios.
12.- Durante el
románico, la escultura y la pintura tenían carácter eminentemente monumental,
es decir se encontraban subordinadas a la arquitectura; en el gótico se suaviza
esta dependencia hasta liberarse del marco arquitectónico.
13.-Las
construcciones románicas de dimensiones más reducidas y en consecuencia menos
costosas, pudieron en la mayoría de los casos construirse en un lapso
prudencial de años, respetándose el proyecto inicial. En cambio, en el gótico
se planifican edificaciones mucho más atrevidas y costosas que requerían de
mucho tiempo para finalizarse, algunas veces, varias generaciones. Los
proyectos iniciales de las catedrales góticas eran con frecuencia modificados a
lo largo de su ejecución, combinándose estilos diferentes.
14.-Se distinguían los arcos de medio punto, en el románico, cuya curvatura es igual a media circunferencia. Los arcos góticos eran el arbotante y el arco ojival. El ojival tiene forma de punta de flecha. El arbotante es más complejo, tiene forma de arco y se coloca en el muro exterior y descarga parte del peso de la bóveda sobre un contrafuerte.
14.-Se distinguían los arcos de medio punto, en el románico, cuya curvatura es igual a media circunferencia. Los arcos góticos eran el arbotante y el arco ojival. El ojival tiene forma de punta de flecha. El arbotante es más complejo, tiene forma de arco y se coloca en el muro exterior y descarga parte del peso de la bóveda sobre un contrafuerte.
15.- En el gótico, en
correspondencia con las nuevas tendencias filosóficas y religiosas
(recuperación de la filosofía de Aristóteles a través del averroísmo y el
humanismo de San Francisco de Asís) se representan a los personajes religiosos
en un plano más humano, dejándoles demostrar emociones tales como el placer,
dolor, ternura, enojo, rompiéndose así el hieratismo y formalismo románico.
ARQUITECTURA GÓTICA
El absurdo nombre de gótico con que se conoce el
estilo que como consecuencia de la evolución del románico impera durante los
tres últimos siglos de la Edad Media, se debe al gran historiador del arte
italiano del siglo XVI, Vasari que lo cree de origen germánico. El estilo
gótico adquiere una difusión geográfica más amplia que el románico, pues de una
parte los cruzados llevan sus fronteras por Oriente hasta Tierra Santa y
Chipre, y en sus últimos momentos, los españoles, por Occidente, al otro lado
del Atlántico.
Cronológicamente comprende desde fines del siglo XII
hasta muy entrado el siglo XVI, e incluso en Inglaterra, por un extraño
fenómeno de tradicionalismo, sobrevive sin evolucionar hasta enlazar con su
resurreción romántica del siglo XIX.
No obstante ser el estilo gótico la consecuencia
lógica de la evolución del románico, desde el punto de vista estético refleja
una actitud espiritual y un gusto completamente distintos, y en muchos aspectos
opuestos. Si las características fundamentales del románico son debidas al
dominio de la masa sobre el vano, y en los interiores la sombra casi triunfa
sobre la luz, el resorte que mueve al arquitecto gótico es su ansiedad de
elevación y de luz y el consiguiente horror al macizo. Contribuyen a crear esta
nueva sensibilidad, de una parte, ese eterno movimiento pendular del gusto, que
llega ahora a una de sus metas más extremas, y de otra, la natural evolución
del sistema de presiones y contrarrestos concentrados en determinados puntos,
que se inicia en los últimos tiempos del Imperio romano.
El afán de luz hace al arquitecto gótico prescindir
del muro en grado no superado en Occidente hasta que se comienza a emplear el
hierro y el cemento, los dos nuevos materiales que revolucionan la arquitectura
contemporánea. En la arquitectura gótica, el muro llega a perder su función
especial de soporte y, como sólo sirve de cerramiento, se remplaza por
vidrieras. Los amplísimos ventanales góticos son el extremo opuesto a las
ventanas románicas, a veces simples saeteras.
Los arquitectos romanos y bizantinos construyen
edificios de no menor altura que muchas catedrales góticas- Termas de Cascalla,
Santa Sofía -, pero para ellos la altura es un factor más de su aspiración
fundamental, que es la monumentalidad. Para el arquitecto gótico, en cambio, lo
primero es la elevación y el hacer sentir ese movimiento ascendente, que en el
fondo es ansia de Dios, con la mayor intensidad posible. Soportes y cubiertas
parecen concebidos para servir a ese efecto. Las columnas pierden materia, se
adelgazan y espiritualizan hasta transformarse en finísimos baquetones, y con
ellas las molduras verticales producidas por las aristas de los antiguos
pilares cruciformes. Gracias al paralelismo de unos y otras, la mirada, y con
ella el espíritu del observador, se sienten fácilmente impulsados hacia las
alturas, donde los arcos apuntados de las bóvedas señalan el camino del cielo.
La tensión espiritual hacia las alturas es decisiva
en el monumento gótico, y a ella se subordinan todos sus valores formales. En
el exterior del edificio una serie de elementos arquitectónicos nuevos ayudan a
ese mismo fin, y las torres, para servir a ese deseo, terminan agudas como
flechas.
No obstante, la gran importancia que durante el
período gótico conserva la arquitectura monástica, vivificada de nuevo por el
nacimiento de las grandes Órdenes mendicantes de San Francisco y de Santo
Domingo, el monumento donde el gótico alcanza su expresión más plena es la
catedral, el edificio que se levanta en el centro de la gran ciudad, y en cuya
altura y magnificencia cifran todo su orgullo los vecinos. Si la obra magna del
románico ha sido el monasterio, pequeña ciudad en sí, es decir, la obra del
monacato, la catedral es el templo de las grandes masas burguesas formadas en
los últimos siglos medios. Es la manifestación plástica más perfecta de cuanto
hay de espiritualidad en la Edad Media.
EL ARCO Y LA BÓVEDA DE CRUCERÍA
Como en el románico, el germen de la evolución del
gótico se encuentra en la cubierta. Las innovaciones son consecuencia de las
novedades introducidas en la bóveda.
El arco apuntado, que, empleado ya por los abasíes
en el siglo IX, se utiliza en el románico borgoñón, es, gracias a su mayor
verticalidad, de presiones laterales menores que el semicircular. Se le dan
diversos nombres, según la proporción entre su altura y su luz. Así se llaman
de todo punto cuando sus centros están en los arranques; de tercio punto
cuando, dividida su anchura en circo partes, los centros se encuentran en los extremos
de los tres quintos centrales, y de cuarto punto si, dividida esa anchura en
cuatro, se hace centro en los extremos de los dos cuartos inferiores.
El arco gótico nace con capacidad de transformación
sólo equiparable a la del arco árabe. En el siglo XV se generaliza el arco
apuntado conopial o cóncavoconvexo de cuatro centros, dos dentro, a la altura
de las impostas, y dos fuera, en la parte superior. Poco posterior es la
aparición del arco rebajado del tipo carpanel o de tres centros, dos en la línea
de las impostas y uno mucho mayor por debajo de ella. Típico de Inglaterra es
el llamado Tudor. También se emplea en vanos secundarios de la arquitectura
gótica el arco escarzano, que no llega al semicírculo. Propio de los últimos
tiempos del gótico es, finalmente, el arco mixtilíneo, producido por la
introducción de pequeños trozos rectilíneos dentro del arco.
La sección del arco gótico, como consecuencia de las
molduras cada vez más ricas de las aristas del románico, es apuntada, y se
decora con las mismas molduras que el pilar.
La bóveda de crucería o de ojivas góticas deriva de
la bóveda de aristas románica, pero se diferencia esencialmente de ella. El
arquitecto gótico descompone la bóveda en dos elementos; los arcos que cruzan
diagonalmente como antes las aristas, que son los arcos cruceros, ojivos u
ojivas - de la palabra hispanoárabe aljibe -: los formeros y los fajones o
perpiaños, todos los cuales constituyen el esqueleto de la bóveda, y los
plementos, palos o témpanos, que, apoyándose en ese esqueleto, cierran la
bóveda. Según la teoría tradicional, la desaparición de una sola dovela de los
arcos de ese esqueleto lleva consigo el derrumbamiento de la bóveda, y eso se
ha repetido hasta que la ruina de las catedrales francesas producida por la primera
guerra europea demuestra la falsedad de esa teoría, y que los plementos de por
sí constituyen una bóveda con vida propia. Debido a ello, hoy se apunta que las
razones de orden mecánico deben influir las de orden estético en el nacimiento
de la bóveda de crucería.
Resuelta la organización de la bóveda de nervios
gótica sobre los dos arcos cruceros en diagonal y los cuatro exteriores,
gracias a los cuales, lo mismo que en la arista, la carga se concentra en
cuatro puntos, no tardan en introducirse sobre este patrón primario novedades
que van enriqueciendo su traza.
Al agregarse un nervio que una las claves de dos
arcos laterales con la bóveda, se crea la bóveda sexpartina, así llamada por
los seis plementos en que resulta subdividida. Cuando, para subrayar la
continuidad de la nave, se dispone un nervio en el sentido del eje de ésta,
uniendo las claves de todas sus bóvedas, ese nervio se denomina combado. De más
importantes consecuencias es la novedad de trazar por las bisectrices de los
ángulos inferiores de cada témpano una pareja de nervios, que en su punto de
convergencia se unen con otro nervio secundario o ligadura, que desciende de la
clave. Este tipo de bóveda, llamada de terceletes, es de gran valor decorativo
y representa un paso en el proceso de enriquecimiento de la bóveda, e incluso
en la transformación misma de su estructura.
La transformación de terceletes y nervios
intermedios termina dando lugar a las bóvedas estrelladas, cuya traza semeja,
efectivamente, una estrella. Su uso se generaliza en el siglo XV. Papel también
decisivo en el enriquecimiento de la bóveda de crucería desempeñan los
múltiples nervios curvos que ligan las naves secundarias. En Inglaterra,
evolucionándose en ese sentido, se crea la bóveda de abanico y en Alemania la
reticulada, en la que se prescinde de los nervios cruceros e incluso perpiaños.
Como es natural, la bóveda de crucería ofrece otros
aspectos interesantes, aunque de menor importancia desde el punto de vista
decorativo. Tales son los de la altura y forma de los arcos; cruceros y el
despiece de los plementos, en todos los cuales se manifiestan notables
diferencias entre las diferentes escuelas.
Los precedentes de la bóveda de ojivas son varios y,
al parecer, bastante antiguos. Para algunos tienen ese valor las bóvedas de
aristas reforzadas de las Termas de Diocleciano y de otros monumentos romanos.
También se pueden apreciar en la mezquita de Córdoba del siglo X. Pero, tal
vez, el precedente más valioso es el grupo de bóvedas con nervios decididamente
constructivos de Armenia que comienza en el siglo X en la iglesia de Ani y
conserva su vitalidad hasta el siglo XIII. Este tipo de bóveda de Armenia
ofrece, además, el especial interés de su semejanza con el de las bóvedas de
Lombardía, la más antigua de las cuales, la de Sannazaro Sesia, se considera
comenzada en 1040.
Precisa, sin embargo, reconocer que ninguna de estas
escuelas ha sido capaz de sacar las consecuencias que a principios del siglo
XII permiten crear en el norte de Francia la arquitectura gótica que después se
difunde por toda Europa.
En estos comienzos de la bóveda de ojivas
propiamente gótica debe desempeñar un papel decisivo la escuela anglonormanda,
ya que la catedral de Durham, en el norte de Inglaterra, la utiliza en su
capilla mayor en 1096. En la primera mitad del siglo XII existen ya varios
monumentos importantes en Normandía -catedral de Evreux, 1119- que se cubren
con bóvedas de ojivas, y algo análogo sucede en las provincias de la Corona
francesa -Domaine royal- y limítrofes. Las de Monrienval (1133) se han
considerado como las más antiguas bóvedas de ojivas. Al segundo cuarto de siglo
pertenecen ya Saint Denis (1144) y la catedral de Sens (1140).
PILARES Y ARBOTANTES
Consecuencia inmediata de multiplicar los nervios
secundarios de la bóveda de crucería es la transformación del pilar, que, en el
fondo, se limita a continuar el proceso iniciado en el pilar románico. Si en un
principio las columnas adosadas conservan toda su personalidad y su sección
semicircular, a medida que avanza el tiempo, al multiplicarse para recibir los
nervios de las bóvedas, se van haciendo más finas y transformando su sección
circular en apuntada. Convertida así la columna en simple baquetón, la sección
de éste continúa evolucionando y adoptando formas semejantes a las descritas en
los arcos. Como es natural, la pérdida de personalidad de las columnas adosadas
y el convertirse en delgados baquetones, lleva consigo la desaparición del
capitel individual y su fusión en una estrecha faja, que es ya el capitel
corrido del pilar. En las basas no se llega a esta fusión, pero, en cambio, se
labran alternativamente a diversa altura.
De mayor importancia aún son las consecuencias que
el contrarresto de los empujes laterales de la bóveda tiene en el exterior del
edificio. La gran elevación del templo gótico y el deseo de crear interiores
luminosos impide utilizar los estribos empleados por el románico. Los maestros
góticos, para resolver el problema siguen el camino iniciado por los maestros
tolosanos al cubrir sus tribunas con esa bóveda de cuarto de círculo que sirve,
al mismo tiempo, de contrarresto de los empujes de la de cañón de la nave
central. El sistema es revolucionario porque, en lugar de oponer a la fuerza
siempre viva de la bóveda la masa inerte del estribo, dispone la fuerza no
menos viva de otro arco, y este equilibrio de fuerzas contrapuestas es lo que
convierte al monumento gótico en un ser viviente.
El arquitecto gótico reduce la vieja bóveda románica
de cuarto de círculo a un simple arco, el arbotante o botarel, que apoyado en
su parte superior en el arranque de la bóveda de ojiva, conduce su empuje
lateral a un estribo situado en el muro de la nave inmediata, sin restar
luminosidad al ventanal abierto en el muro de la nave cuya bóveda contrarresta.
Para evitar el desplazamiento del estribo por el
empuje del arbotante, sin elevarlo excesivamente en su totalidad, y contribuir
al mismo tiempo a ese efecto ascendente, inspirador de la arquitectura gótica,
se le corona con el pináculo o pilar terminado en forma apiramidada en su parte
superior. El arbotante, además de esta función mecánica, sirve para conducir al
exterior, a través de los pináculos, el agua de lluvia de las bóvedas. Cuando
por la gran altura de la nave se emplean dos arbotantes superpuestos, el más
alto desempeña aquella función. Las bocas o cañones de desagüe, por lo general
decorados con figuras animadas, son las gárgolas.
DECORACIÓN: PUERTAS Y VENTANAS
Mientras en lo constructivo, el gótico es
consecuencia de la evolución del románico, en lo decorativo esa continuidad no
existe. Sin perjuicio de llegar en los últimos momentos a extremos de riqueza y
exuberancia que superan a los del estilo anterior, la decoración gótica nace
después de la reacción cisterciense, uno de cuyos postulados es, como veremos,
el raer todo ornamento.
Los temas geométricos preferidos son los que nacen
del arco mismo, por la combinación de curvas de uno o varios centros. El dibujo
geométrico o tracería gótica comienza yuxtaponiendo círculos o triángulos
curvos, decorados en su interior con arquillos de medio punto o apuntados. El
empleo del arco conopial con su doble curva abre en el siglo XV una nueva etapa
en la decoración geométrica gótica. El entrecruzamiento de sus líneas crea una
serie de curvas y contracurvas que, por semejar el ondulante movimiento de la
llama, ha dado el nombre de flamígero al gótico en que se emplea. Los temas
decorativos, que hasta entonces son circulares o triangulares, se transforman
en una serie de óvalos apuntados de las más diversas proporciones.
Si la decoración geométrica gótica está llena de
novedad, donde se advierte que la actitud espiritual del decorador gótico no
sólo es diferente, sino opuesta a la del románico, es en la de carácter
vegetal. Cuando ésta se forma, San Francisco ha predicado el amor a la
naturaleza y a sus más humildes criaturas, y ese aliento vital que anima la
época, hace que el decorador descubra la belleza natural de las plantas y no
sienta la necesidad de transformarlas al esculpirlas en sus edificios. Las
preferidas, sobre todo en los primeros tiempos, son las hojas de hiedra, de
vid, de roble y de trébol. A su lado va ganando terreno la hoja de cardo, que los
castellanos de la época llamaban berza, y que termina convirtiéndose en el tema
vegetal corriente para decorar arquivoltas, jambas y capiteles.
Además de estos temas de follaje, en los últimos
tiempos del gótico se pone de moda otro, también vegetal, que refleja el agudo
realismo característico del gótico tardío. Los troncos de plantas erizados de
nudos y muñones y de rugosas cortezas deleitan el cincel minucioso del
decorador del siglo XV. Son, además, frecuentes la flor del cardo y la granada,
que se emplean sobre todo en los tejidos.
La decoración de animales se distingue igualmente
por el naturalismo de su interpretación, aunque no por ello se representen
monstruos y seres fantásticos, que aparecen entremezclados con el follaje o
formando pequeñas escenas o aislados en gárgolas, remates de barandales, etc.
La decoración gótica, como la romántica, se
concentra en las puertas, ventanas y claustros, si bien los capiteles son mucho
menos importantes desde el punto de vista decorativo. En cambio, en el interior
del templo se abren tres nuevos campos, que son las vidrieras de los grandes
ventanales, el retablo y la sillería del coro.
Las portadas góticas son abocinadas, como las
románicas; pero el tímpano suele dividirse en varias zonas horizontales, la
decoración escultórica de las arquivoltas no se dispone radialmente, sino en el
sentido de su curva, y las esculturas de arquivoltas y jambas suelen protegerse
con chambranas o doseletes. La forma apuntada de la portada gótica suele
completarse con el gablete o moldura angular, que le sirve de coronamiento. El
gablete se aplica también a otros elementos arquitectónicos, como la parte
superior de los estribos, pilares decorativos, etc.
La ventana, por su gran amplitud, ofrece problemas
inexistentes en el estilo románico. Para cerrar y decorar su gran vano se
levantan en su interior una o varias columnillas o baquetones unidos en su
parte superior por arcos sobre los que descansa una tracería calada. En los
primeros tiempos, esa tracería se limita a uno o varios óculos circulares
tangentes; después se enriquece el interior con arquillos decorativos; por
último, se introduce la tracería flamígera. En los ventanales del templo los
vanos de la tracería se cierran con vidrios de colores.
EL TEMPLO
Las principales novedades de la planta del templo
gótico son debidas al reflejo que sobre ella tiene la cubierta. En la planta
gótica desaparecen las formas curvas debido a las dificultades de construir
grandes ventanales en muros de esa forma, y, naturalmente, donde esto se hace
más sensible es en la parte de la cabecera. Los ábsides, las girolas y las
capillas de ésta y del crucero dejan de ser semicirculares y se hacen
poligonales.
El empleo de la forma poligonal en la capilla mayor
produce en la girola una serie de tramos trapezoidales que, al cubrirse con
bóvedas de crucería, obligan a que la clave no se encuentre en el centro o a
que las ojivas se quiebren para que su cruce tenga lugar en él. En este caso,
no es raro que para reforzarla se trace un nervio desde la clave al arco del
testero. Entre las soluciones excepcionales se encuentran la de la catedral de
París, consistentes en tramos trapezoidales con nervios en triángulo, y la de
la catedral de Toledo, que reemplaza los tramos trapezoidales por otros
rectangulares y triangulares. En cuanto a la sección del templo, es frecuente
que la nave central se eleve mucho sobre las laterales exteriores.
Como los arbotantes hacen innecesarias las bóvedas
laterales de contrarresto, que el románico aprovecha en segunda planta para la
tribuna, ésta pierde importancia y el arquitecto gótico la convierte en simple
galería o triforio a través del grosor de los pilares, ya que la presión de las
bóvedas se transmite en buena parte por los baquetones adosados a él. Ese
triforio, como sucede en algunas catedrales francesas, se continúa
exteriormente en la fachada principal.
Los monumentos de carácter civil, tanto domésticos
como públicos, adquieren ahora mayor importancia
EVOLUCIÓN DEL ESTILO
Como es natural, tratándose de un estilo que vive más
de tres siglos, la evolución de las formas arquitectónicas góticas es grande,
y, según es frecuente, esa evolución se realiza en el sentido de su progresiva
complicación y de su creciente riqueza decorativa.
Después de una etapa transitoria representada por el
estilo cisterciense, suelen distinguirse tres períodos principales, que
corresponden en España aproximadamente a los siglos XIII, XIV y XV.
En cuanto a la estructura, pueden distinguirse en
Francia, el país que marcha a la cabeza, las etapas siguientes: Una inicial de
iglesias con tribunas de la segunda mitad del siglo XII. Otra correspondiente a
los siglos XIII y XIV, de iglesias con triforio, primero sólo con ventanas al
interior de la nave, y después con fondo de vidriera al exterior del templo. Y
una tercera que comienza a fines del siglo XIV, en la que se suprime el
triforio, y el gran ventanal cerrado de la vidriera ocupa toda la altura de la
nave mayor hasta la cubierta de las laterales.
Durante el siglo XIII, las columnas adosadas a los
pilares conservan toda su personalidad y sus capiteles son independientes. Es
típico el capitel formado por dos cogollos angulares y uno central, y los de
hojas diversas, muy separadas entre sí. No se pasa de la bóveda de terceletes y
sexpartita, y las tracerías de los ventanales se reducen a un círculo liso
sobre dos arcos apuntados o poco más.
La segunda etapa es propiamente transitoria, en la
que las formas se van complicando y la decoración enriqueciéndose. Por ser la
época en que los círculos se decoran en su interior con arquillos, subrayándose
con gran claridad y reiteradamente su distribución radiada, se le ha dado por
algunos el nombre de radial a esta etapa.
En el último período, la fusión de las columnas en
el pilar es completa, y los capiteles, o son minúsculos, o se unen en una faja
corrida; las basas se disponen a distinta altura. A veces los baquetones no se
continúan en los nervios de la bóveda. La traza de la bóveda se puebla de
nervios secundarios curvos y de ligamentos. Nacen las bóvedas estrelladas y
reticulares, y se hacen grandes alardes técnicos, labrándose algunas
extraordinariamente planas. Aparecen los arcos conopial, carpanel y escarzano,
y la decoración geométrica flamígera, cuyo origen es, al parecer, inglés,
considerándose iniciada en Inglaterra a mediados del siglo XIV, e introducida
en Francia durante la guerra de los Cien Años. La decoración vegetal, en
particular la de cardina, es abundantísima, poblándose de figuras animadas y
llegando a rebasar las molduras que la encuadran. Se introduce el tema de los
troncos, la flor del cardo y la granada.
LAS PRIMERAS CATEDRALES GÓTICAS
Los primeros templos propiamente góticos son Saint
Denis (1144) y la catedral de Sens (1140), anteriores a mediados de siglo. En
Saint Denis, la obra del célebre abad Suger, por desgracia muy restaurada, lo
más importante es la parte de la girola. La catedral de Sens, que, en cambio,
se conserva en perfecto estado, es la primera gran catedral gótica. Como las
inmediatamente posteriores - Noyon, Laon y París- se cubren con bóvedas
sexpartitas en la nave central, correspondiendo a cada una de éstas dos en las
laterales. Lo mismo que en la de Noyon, que le sigue en fecha, los pilares
alternan con las columnas.
En las de Laon (1174) y París (1163) sólo se emplean
gruesas columnas, lo que contribuye poderosamente a producir el efecto de un
interior ligero y diáfano. Sobre la arquería que en ellos cabalga marchan, en
Laon, tres cuerpos de vanos: el de la tribuna, que carga sobre las naves
laterales; el del triforio y el de las ventanas. Es un templo que carece de
girola, y sus tres naves terminan en un mismo plano. La fachada ofrece una
composición de origen normando que hará fortuna: un primer cuerpo de tres
profundos pórticos, claraboya, arquería y dos grandes torres mochas de planta
cuadrada, y un último cuerpo octogonal con torrecillas también octogonales en
las ochavas. Además de estas dos torres, tiene otras dos menores en cada brazo
del crucero, y un elevado cimborrio en el tramo central de éste.
Notre Dame de París es de cinco naves, tiene
tribuna, y en la girola los tramos trapezoidales se encuentran cubiertos por
bóvedas muy originales de nervios en triángulo. La nave de crucero, como en
Laon, casi en el centro del templo y alejada de la capilla mayor, no sobresale
lateralmente, por lo que la anchura, salvo en la parte de las torres, es
uniforme. Las capillas que se abren a la girola, y que son de testero plano y
no poligonal, con lo que la cabecera del templo resulta semicircular, se
agregan en el siglo XIII.
Gárgola de la catedral de Notre -Dame
La fachada, obra ya también del siglo XIII, presenta
un triple pórtico, friso de estatuas, claraboya circular y arquería. Las torres
son de sección uniforme y terminan en plano, aunque se proyectan con flecha de
coronamiento. Como es lógico, la catedral de París ejerció influencia decisiva
no sólo en la comarca, sino en catedrales más lejanas, como las de Bourges y Le
Mans. La girola de ésta es particularmente interesante para la arquitectura
gótica española por estar formada por bóvedas de planta rectangular y
triangular alternadas, como en la catedral de Toledo.
Las tres principales catedrales francesas de la
primera mitad del siglo XIII son las de Chartres (1194), Reims (1210) y Amiens
(1220), todas ellas de cinco naves desde el crucero. En Chartres el impulso
ascensorial del gótico es ya manifiesto. No sólo porque las columnillas
adosadas no arrancan, como en Laon y París, de los capiteles de las gruesas
columnas, sino del suelo.
La de Reims es el ejemplar más representativo de
catedral gótica francesa. Aproximadamente de la misma altura que la de
Chartres, pero mucha más larga (ciento cincuenta metros), no se termina hasta
principios del XIV, fecha a que corresponde la fachada de los pies.
Sin la sobriedad de Notre Dame, de París, la
composición de esa fachada principal responde, sin embargo, al mismo esquema.
Las diferencias consisten en que el friso de los reyes ha desaparecido para
incorporarse a la galería que corre por encima del gran rosetón, y, sobre todo,
en que mientras la fachada de París está concebida en plano, la de Reims, como
la de Laon, delata un deseo de profundidad manifiesto en las hornacinas, los
pináculos que se anteponen a los estribos, y principalmente en el avance del
pórtico, cuyo frente, destacado del de la fachada, subrayan agudos gabletes.
Ligados los gabletes de las tres puertas y los de los arcos ciegos de los
estribos inmediatos, el conjunto del pórtico adquiere una personalidad
extraordinaria. Los campanarios, inspirados en los de Laon, parece que se
conciben con chapiteles apiramidados. Además de estas dos torres de fachada, se
proyectan dos en cada extremo de la nave del crucero y un elevado cimborrio en
el tramo central de éste. El primer maestro, y probablemente el autor de la
traza del templo, es Jean d'Orbais. Se conocen los nombres de sus sucesores
hasta principios del siglo XIV.
El gótico de la segunda mitad del siglo XIII cuenta
con dos monumentos insignes, en los que las dos grandes aspiraciones de la
arquitectura gótica, la ligereza unida a la luminosidad y la elevación,
alcanzan sus metas extremas. La Saint Chapelle (1245), del antiguo Palacio Real
de París, construida por el arquitecto Pierre de Montreuil, para guardar la
reliquia de la Corona de espinas enviada por el emperador de Bizancio, es de
una sola nave de esbeltas proporciones; pero lo más importante es que la
vidriera casi ha reemplazado totalmente al muro, descendiendo hasta el suelo.
En el sur de Francia se forma un tipo de templo de
características bastante definidas, y de especial interés para la arquitectura
gótica española, por servir de modelo a la escuela catalana. Es de una nave muy
amplia, con capillas alojadas entre los numerosos estribos que contrarrestan
los grandes empujes de aquélla. De ejemplo sirven los franciscanos de Toulouse
y la catedral de Albi.
ESPAÑA: EL ESTILO CISTERCIENSE. CATEDRALES
CASTELLANAS DEL SIGLO XII
Como en Francia, la arquitectura gótica es en España
de grandes catedrales, si bien en el siglo XV la de carácter civil adquiere
notable importancia. Durante su primera etapa, que corresponde al siglo XIII,
deja sus monumentos principales en Castilla- catedrales de Burgos, León y
Toledo -, desplazándose el centro de gravedad en el siglo siguiente a Levante-
catedrales de Barcelona, Palma y Gerona -, para volver desde el XV a manifestar
su mayor vitalidad en Castilla- catedrales de Sevilla, Salamanca, Segovia,
escuelas de Burgos y Toledo -, si bien en Levante crea espléndidos edificios de
administración pública -Lonjas de Barcelona, Valencia y Palma- y numerosas
casas de amplias proporciones y aspecto monumental.
Las dos grandes catedrales castellanas de Burgos y
Toledo se comienzan, aproximadamente, en el segundo cuarto del siglo XIII, y
aunque algunas portadas y las torres terminan en fecha muy tardía, en lo
esencial responden a la traza primitiva. Todas ellas son obra de primer orden
dentro de la arquitectura de su época, y tienen rasgos muy definidos que las
distinguen entre sí.
La catedral de Burgos (1221-1260) se debe a los
deseos del obispo y gran viajero Mauricio, y del propio San Fernando, y se
atribuye al maestro Enrique, aunque, en realidad, no es probable que haya hecho
su traza primitiva. Templo de tres naves, con brazo de crucero muy alargado,
tiene girola de tramos trapezoidales de ojivas quebradas y reforzadas por un nervio
secundario, de la clave central a la del arco exterior, y dobles arbotantes.
Fundándose en la gran longitud del brazo del crucero y en otros pormenores, se
ha supuesto que la primitiva catedral se comienza con arreglo a una traza
anterior, de inspiración cisterciense, debida a algún maestro discípulo del de
las Huelgas, sin girola y con cinco capillas abiertas al crucero, de las que
sólo se conservaría una. Esta traza se cree transformada en la gótica actual,
probablemente por el maestro Enrique. Con posteridad se ha pensado que no ha
existido tal transformación. Tiene triforio y arbotantes dobles.
Las fachadas de los brazos del crucero terminan en
tupida arquería con estatuas, y las puertas mismas, llamadas del Sarmental y de
la Coronería, tienen rica decoración escultórica. Completa la serie de portadas
la del claustro, ya de hacia 1300, y también con historias y estatuas y
ajedrezado de castillos y leones. Las caladas agujas que coronan sus torres son
ya obra del siglo XV.
Catedral de Burgos
La de Toledo, por la influencia árabe que existe en
la arquería de su triforio y por la honda huella que deja en la arquitectura
posterior, resulta más española. Es un templo de cinco naves, más dos capillas,
y otra de crucero que no sobresale lateralmente en la planta, es decir, es de
anchura uniforme, diferenciándose en ello de las catedrales de Burgos y León.
Pero su parte más interesante es la organización de su girola doble,
distribuida en tramos rectangulares y triangulares, que dan lugar a una serie
de capillas alternadas, grandes y pequeñas. De sus torres sólo llega a
construirse una, que se termina en el siglo XV. De sus portadas, aunque de
estilo bastante avanzado, corresponden todavía a este período las tres de la
fachada principal, con escultura y decoración ajedrezada de castillos y leones,
y la del crucero o del Reloj, con tímpano distribuido en fajas y profusa
decoración escultórica.
La catedral de León, terminada hacia 1280, es la más
luminosa de las españolas. En ella el muro se reduce a lo más indispensable y
las vidrieras ocupan amplísimas superficies. El único nombre de arquitecto
conocido en la época de su construcción es el del maestro Enrique. De tres
naves, las tiene también en el crucero, más otra transversal entre éste y el
comienzo de la girola, que es de tramos trapezoidales con nervios quebrados,
pero sin el nervio de refuerzo de la catedral de Burgos. Las torres, contra lo
que sucede en ésta y en la de Toledo, se encuentran adosadas a los pies del
templo. El triforio, que se aloja en el grosor del pilar, tiene por fondo las
vidrieras.
En la fachada principal se abre un gran pórtico
triple sumamente abocinado, con arcos muy apuntados en los machones que separan
cada una de sus tres puertas. El cuerpo central, que le sirve de remate, es de
invención moderna, pues al parecer sólo existirían en su lugar tres grandes
gabletes, y de las torres que no encuadran una es del siglo XIV y la otra de
fines del siglo XV. Las portadas del crucero, como las anteriores, tienen rica
decoración escultórica.
Menos conocida, pero de gran interés, y muy de
principios del siglo XIII, es la catedral de Cuenca. Tanto la nave central como
la de crucero se cubren con bóveda sexpartitas.
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Catedral de Sens
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Catedral
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Notre Dame
ü Sainte Chapelle
ü Catedral de León