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jueves, 4 de julio de 2013

material y tecnica


LA CERÁMICA NO GLASEADA
En Bizancio
El estudio de la cerámica común producida y comercializada en el Imperio Bizantino en la época medieval ha sido durante mucho tiempo desatendida por los arqueólogos, más preocupados por la vajilla fina y decorada. El coste de la cerámica de cocina queda sin duda alguna bastante bajo. Sin embargo, era importante cuidarla. Las tsoukalia incluyen los cuencos para guisar, sin asa o con una sola asa y sobre fondo plano, y las ollas con dos asas, con la barriga globular y sobre fondo abombado que son de tamaño superior. En el hogar, las ollas sobre fondo lenticular están puestas en un trípode metálico (pyrostates) o directamente en el suelo. En las cocinas se encuentran también embudos de barro, coladores, hervidores, morteros, cuencos, tazones, cazuelas y otras pequeñas botes para varios usos. Los bizantinos utilizan un
Los textos evocan también el empleo de varios contenedores de barro destinados a conservar los productos alimenticios. Están vinculadas con la producción y el comercio del vino del monasterio que se ha establecido en aquel lugar en el siglo XI. Los restos del Tekmezar I contenía en sus calas más de 20 000 ánforas cuyo peso aproximativo era de 12 kg cada una. Muchos clientes compraban mediante los vendedores de vino de la capital pequeñas cantidades de este brebaje para el consumo doméstico, lo transportaban en unas phlaskia, una cantimplora de barro y lo conservaban en unas stamnia sobre fondo llano. Las lagenia son contenedores medianos, con barriga esférica u ovoide con el fondo convexo, destinados a transportar el aceite, el vino o el agua. A veces, sus paredes internas están cubiertas de yeso o de poso. Las vasijas las más gordas se disponen antes de construir las paredes de la sala y las más profundas son semi-enterradas.
En Islam
En los sitios arqueológicos, la mayoría de las cerámicas exhumadas son no glaceadas y no decoradas. Son todas de pasta arcillosa. Objetos utilitarios – barreños, vasijas, marmitas, aguamaniles, lámparas, pocillos de noria, etc. –, evolucionan menos rápidamente que los de decoración vidriada y están, en los primeros siglos del Islam, todavía muy cerca de los modelos pre-islámicos. Sin embargo, muchos son decorados; los utensilios de uso corriente, cuya pasta no ha sido bien amasada, presentan decoraciones bastante bastas, efectos de relieve obtenido sobre la pasta todavía blanda mediante diversos procedimientos que no son innovaciones de los alfareros musulmanes. Esta técnica era frecuente en los primeros tiempos del Islam. Si la herramienta utilizada es un punzón o una matriz de barro cocido que se imprime sobre la pieza, se habla de estampado. El motivo en hueco o en relieve de la herramienta puede ser muy pequeño (ocelos, puntos) pero también más grande y, en ese caso, ofrece a veces una decoración epigráfica, animal o incluso figurativa. En el caso de una decoración aplicada, es un lazo o una banda de arcilla modelada, o bien motivos previamente realizados en un pequeño molde que se pegan con barbotina sobre el objeto. Por último, la decoración puede ser moldeada, utilizando uno o dos moldes de barro cocido grabados y estampados con motivos diversos como, en las épocas ayyubí y mameluca, para las jarras y cantimploras. Estas decoraciones son a menudo utilizadas conjuntamente sobre los objetos más refinados. En este caso, la tierra se trabaja mejor y las paredes son menos espesas. Las mismas técnicas decorativas se encuentran en cerámicas vidriadas, generalmente monocromas.
 Estos objetos no glaceados, cuando la decoración se hace con cuidado, no faltan ni de belleza ni de humor. Las vasijas, más o menos grandes, realizadas con arcillas de aluvión del Tigris y el Éufrates, ofrecen decoraciones múltiples, dónde son todavía perceptibles las influencias antiguas. Las de los siglos VIII-X presentan motivos realizados según diversas técnicas. El principal se constituye de lazos de barbotina aplicados sobre el cuerpo del objeto, con más o menos relieve y regrabados, mientras que el fondo está decorado con motivos en hueco. Del período ayyubí datan grandes vasijas ovoides que, para permanecer rectas, necesitan la presencia de un soporte. El cuerpo está tapizado de finos motivos de barbotina, la espalda y el cuello están tratados con una gran fantasía. En algunos casos, las hornacinas con arcos lobulados sirven de marco a un príncipe en trono; se encuentran también caballeros, personajes esquemáticos pegados sobre la pared, máscaras humanas y muchos prótomos de felinos que evocan los de piedra de la Anatolia selyukida. Estos motivos son tratados en diferentes relieves, modelados en arcilla o realizados con barbotina. De los principios del Islam datan también un buen número de lámparas de barro cocido, moldeadas, todavía muy cercanas de modelos antiguos pero que llevan a veces inscripciones en árabe, discos con decoraciones muy variadas y un orificio circular, al parecer tapaderas de tarros enganchadas al asa. También han proporcionado, al lado de cerámicas comunes, objetos con paredes muy finas – boles, tazas, aguamaniles – de forma elegante. Los aguamaniles, a veces apenas adornados, presentan también un modelo corriente en aquella época para el vidrio y el bronce, del Irán oriental a las orillas del Mediterráneo: panza globular sobre base plana, largo cuello cilíndrico paralelo al asa terminada con dedal, que se engancha a la espalda y al labio del objeto. Sin duda, estos objetos eran considerados obras de arte por sí mismos, ya que varios mencionan un nombre de autor, y eran apreciados por la clase dirigente, ya que algunos llevan el nombre o el escudo de armas de los personajes importantes. Muy elegante, un aguamanil de los siglos IX-X, también sirio, sobre pedestal, con panza globular moldeada en dos partes, largo cuello y asa alta, adornado de finas guirlandas donde se mezclan las flores y los pámpanos, demuestra la persistencia de formas y motivos decorativos en boga ya en el período romano en Siria y en Egipto. Los objetos moldeados a menudo en dos partes, con decoración la mayoría de las veces diferente, son muy numerosos. Muchos son tarros sobre pequeña base, con panza globular, cuello cilíndrico algo acampanado y asa en cuarto de círculo, que en su mayoría datan de las épocas selyukida, fatimí y ayyubí. Los temas decorativos son extremadamente diversos: hileras de óvolos, animales que pasan, bandas epigrafiadas, algunos están juntos sólo en una pieza. En ciertos casos, por ejemplo en sitios arqueológicos que comportan un barrio de alfareros, no es raro encontrar el molde y el objeto moldeado correspondiente. La mayoría de estos tarros presentan un filtro calado en la base del cuello, para evitar la intrusión de hojas o insectos. Fustât (Cairo antiguo) ha proporcionado muchos de ellos. Pero con el desarrollo de las técnicas de vidriado, las piezas elegantes y refinadas desaparecieron.
Además de los efectos de relieve, los alfareros recurrieron, para adornar sus obras, a efectos de color. Pero el artesano puede también jugar con los efectos de contraste y colocar sobre objetos grandes, con paredes más bien espesas, decoraciones geométricas pintadas de rojo y negro. Este tipo de producción parece característico de la Siria central y meridional del siglo XIII al siglo XV. Una serie de objetos, la mayoría rotos, encontrados en Suse, se adornan con inscripciones cursivas a la tinta negra, muy difíciles de descifrar. En algunas piezas sencillas, como lámparas de aceite con formas diferentes de las imitadas de los modelos antiguos, aparecen algunos tímidos goteos glaceados, amarillos o verdes. Por último, sobre la tierra dejada desnuda, algunos objetos presentan una decoración vidriada monocroma o policroma, rodeada de negro, técnica llamada de cuerda seca parcial, rápidamente reemplazada por la cuerda seca total, que no deja ver la arcilla del soporte.
El vidrio
En Bizancio
En Bizancio, las primeras producciones de vidrio no se diferenciaban mucho de las tradiciones del Bajo Imperio. Aunque no se sabe nada de los talleres de aquellas épocas, es probable que algunos de ellos se ubicaban en Constantinopla, donde existía un barrio y una puerta de vidriería vinculados con la fabricación ó el comercio del vidrio. En 438, el Código Teodosiano precisa que los artesanos vidrieros que fabricaban piezas de forma, debían estar exonerados de impuestos. Si el descubrimiento de importantes cantidades de vidrio para vino y de lámparas en las excavaciones de Santo Polyeucte (Saraçhane Camii) en Constantinopla, atestigua la existencia de una producción local en los siglos VI-VII, el papel de la capital en la industria del vidrio es difícil de definir. En aquellas épocas, las producciones que mejor se conocen son las de las provincias del Imperio: los frascos de vidrio soplado con decoración moldeada o grabada adornada con símbolos judíos o cristianos de Siria o de Palestina, y los objetos de vidriería común encontrados en Sardes en Anatolia y en Caricin Grad en Serbia. El vidrio era de excelente calidad, sin impurezas, y los escasos fallos de cocción demuestran el perfecto dominio de los artesanos vidrieros, probablemente italianos. El vidrio se componía de sosa, de cal y de sílice, coloreados con óxidos de hierro, de cobre y de manganeso. Los jarrones con superficies lisas, encontrados en el sitio, han sido soplados sin ningún molde. En cambio, la mayoría de la vajilla era primero soplada dentro de formas con una decoración ahuecada, y luego soplada fuera de los moldes. La fabricación corintia correspondía esencialmente a una producción masiva de copas para beber – moldeadas y sopladas con una decoración imprimada o sin decoración – y de jarras de uso cotidiano. Algunos jarrones llevaban unas decoraciones estampadas, grabadas o pintadas, pero eran muy escasos. El Diversarum Artium Schedula, redactado en Occidente por el fraile Teofilo en el principio del siglo XII, contiene algunas indicaciones sobre los modos de fabricación de las piezas de lujo bizantinas. Según este texto “Los Griegos fabrican copas preciosas para beber que decoran con oro (...)
En efecto, existe en Bizancio unos vidrios coloreados adornados con une decoración donde la pintura con oro y esmaltes policromos se asocian para dibujar follajes decorados con animales o personajes dentro de medallones. La pieza más famosa es la copa de vidrio purpúrea esmaltada decorada con una decoración mitológica, y conservada en el tesoro de San Marco en Venecia. Su atribución a un taller constantinopolitano de época macedonia es probable, aunque sin garantía. Otras piezas del mismo tipo, pequeños frascos cilíndricos con decoraciones zoomorfas y geométricas organizados en registros, se descubrieron en Corintio, en Chipre, en Novogrudok en el noroeste de Rusia y en Dvin en Armenia. Son datadas del siglo XI. Jarrones circulares, lámparas, copas y vasos de vidrio grueso y transparente, con paredes decoradas de discos en relieve, puntas o círculos cóncavos, parecidos a obras de cristal de roca antiguas o sasánidas, podían también haberse fabricado en los talleres de la capital en el siglo XI. De forma general, los jarrones de tierra eran copas más o menos profundas, platos ligeramente cóncavos, pequeños frascos cilíndricos, vasos para beber, botellas de largo cuello y también lámparas. Todas estas formas eran corrientes en la cuenca mediterránea. A estas producciones añadiremos jarrones simplemente decorados con un hilo aplicado que se desarrolla sobre toda la superficie de la barriga, o a veces erizados con picos organizados en bandas. Los amuletos de vidrio moldeado, las pulseras de vidrio hilado, las perlas en pasta de vidrio, las pequeñas joyas y los falsos camafeos constituían también parte de las producciones. El vidrio ocupaba un puesto importante en el arte del mosaico bizantino con la utilización de teselas de vidrio coloreado abundantemente empleadas en todo el Imperio del siglo VI al siglo XIV. Como una tesela pesa aproximadamente 5 gramos, se han necesitado más de 400 toneladas para realizar la decoración de los mosaicos de la iglesia de Santa Sofía en la época de Justiniano. Los descubrimientos, en las iglesias del Pantokrator (Zeyrek Camii) y de San Salvador en Cora (Kariye Camii) en Constantinopla, de fragmentos de vidrieras pintadas historiadas y de vidrieras coloreadas asociadas a numerosos plomos de engaste, ilustran perfectamente el arte de la vidriería bizantina en el principio del siglo XII. En Islam
La cuenca mediterránea, a partir de la antigüedad, fue el lugar de numerosas innovaciones técnicas y artísticas, especialmente en el campo del vidrio. Los principales talleres vieron la luz primero en Mesopotamia y, a continuación, en Egipto, Grecia, Cartago, Roma y Bizancio. Las primeras piezas fueron concebidas a baja temperatura, gracias a técnicas sofisticadas como el prensado en un molde, permitiendo producir perlas, el recubrimiento sobre núcleo o el vidrio de mosaico… En la época romana, el arte del vidrio alcanza un apogeo con un descubrimiento fundamental: el del vidrio soplado con caña, una invención muy probablemente hecha en Sidon en Fenicia, en el siglo I antes de nuestra era. Entonces, los artesanos vidrieros sabían construir hornos que permitían una fusión completa de los diferentes ingredientes que lo componen, es decir a 1420°C.
Los artesanos vidrieros de la antigüedad producían vidrio tintado y translúcido. Ya no podían importar las materias primas que tenían, en su mayoría, de la región del río Belus (Siria, Líbano) o Egipto. En el Mediterráneo oriental, por el contrario, los artesanos vidrieros hicieron evolucionar las técnicas heredadas de la antigüedad. Los omeyas (660-750) prosiguieron pues la producción vidriera heredada de la antigüedad, apropiándose algunos procedimientos como el del mosaico con fondo de oro, heredado del mundo bizantino y utilizado en la decoración del Domo de la roca en Jerusalén. Aparte de los empleados corrientemente, conocemos pocos objetos de esta época. Los conservados demuestran la continuidad de la producción omeya, como un pequeño jarrón globular soplado y decorado de una red puntuada y de cinco discos añadidos con decoración estampada de pájaro estilizado.
Bajo la dinastía abbasí (siglos VIII-X), la industria vidriera conoce un período fasto, diferentes procedimientos y objetos se ponen al orden del día, como la técnica del recubrimiento sobre núcleo. En la continuidad del pasado, el vidriero produce pequeños frascos moldeados a partir de un núcleo de arcilla que dará la forma interior del objeto. Introduce una barra metálica y sumerge el conjunto en vidrio en fusión. A continuación, hace girar el objeto para que la materia se reparta de forma armoniosa. Una vez el objeto enfriado, se retira la varilla metálica y se destruye el núcleo.
Se encuentra igualmente, en la decoración arquitectónica o en piezas de forma, la utilización del vidrio de mosaico (llamado a continuación millefiori por el efecto multicolor producido): los objetos se crean gracias a la fusión de segmentos o secciones de varillas de vidrio ensambladas en frío. El vidrio lustrado vuelve a aparecer. Se obtiene gracias a una pintura a base de plata o de cobre aplicada sobre el objeto enfriado, que se cuece a continuación para fijar el color que varía según la temperatura, yendo del amarillo al marrón. Una copa de la colección al-Sabah, realizada con esta técnica, presenta en su superficie una decoración que parece representar una caza de grifo.
Se han encontrado en Israel vidrios soplados grabados o tallados con motivos geométricos, que datan de este mismo período. Otro período fasto para el arte del vidrio es el de la dinastía fatimí (siglos X-XII). Los vidrieros combinan este conocimiento romano con el del vidrio camafeo, del mismo origen. Crean así objetos excepcionales, superponiendo dos capas de vidrio, la más clara colocada bajo la capa coloreada, más fina. La talla hace aparecer la decoración en relieve entre las partes talladas.
Se encuentra igualmente, sobre objetos de vidrio soplado, una decoración sorprendente con hoja de oro realzada de esmalte azul pálido, colocado entre dos capas de vidrio translúcido. Se trata del vidrio sándwich. Uno de los raros objetos que nos ha llegado casi intacto es una botella.
 Colores variados pero la mayoría de las veces oscuros son soplados y, a continuación, enrollados en mármol. Estos objetos excepcionales se destinan a una clientela de alto rango. Se trata de copas, botellas, frascos, jarrones y lámparas (de mezquitas, mausoleos o madrasas), como la del Metropolitan Museum. Esta técnica, proveniente de la utilización de esmaltes sobre metales preciosos, existía ya en Egipto y Siria en la época romana. El objeto se sopla primero y, a continuación, se pinta al pincel con esmaltes.
En 1453, la toma de Constantinopla permitió que llegaran a Europa, a través de Venecia, diferentes objetos y técnicas vidrieras, que enriquecieron los conocimientos de los artesanos cristianos. Venecia y sus artesanos de la isla de Murano se convirtieron entonces en una referencia en la fabricación de objetos utilitarios y de prestigio. Fue en este periodo cuando comenzó la producción de «vasos Aldrevandin», inspirados en los objetos de vidrio esmaltado orientales. Entonces sólo quedarán en el Mediterráneo oriental talleres para objetos corrientes, con algunas excepciones sin embargo.
El Oeste anatolio goza de minerales polimetálicos que producen cobre, zinc, plomo y plata. Los macizos de Paflagonia y Anatolia del Sureste son los dos polos principales para la extracción del cobre, mientras que la parte oriental de las cadenas Pónticas y el Tauro son reservas importantes de plomo argentífero. Las investigaciones recientes en el Tauro han revelado rastros de producción de estaño, hasta ahora desconocida, demostrada desde el III milenio a.C. hasta la época otomana, pasando por el periodo bizantino.

La producción metálica bizantina era diversa. Los objetos bizantinos de oro que han llegado hasta nuestros días son esencialmente joyas hechas de piezas múltiples de pequeña dimensión, que se colaron en un molde. Metal extremadamente dúctil y maleable, el oro también podía recibir decoraciones en relieve por impresión en una matriz. El oro se utilizó además como soporte ideal para los esmaltes compartimentados, que podían montarse en joyas o diversos tipos de objetos preciosos, como la vajilla eucarística o los relicarios. La prodigiosa riqueza de Anatolia en recursos de plata marcó el trabajo de los orfebres constantinopolitanos, a los que corresponde una vasta producción de objetos de uso profano y eclesiástico, enriquecidos con decoraciones florales, animales y religiosas. Las decoraciones en relieve en las superficies de plata se realizan habitualmente en repujado, es decir empujando el metal directamente desde el revés para hacer salir las formas con ayuda del martillo. Anatolia fue igualmente la tierra por excelencia de la producción del cobre. Metal muy plástico, que se podía modelar mediante martilleo, el cobre se utilizó abundantemente en Bizancio para la vajilla doméstica, que incluye diversas formas de cántaros, aguamaniles y hervidores, ollas, calderos, platos y cuencos de diverso tamaño, vasos. Las superficies de los objetos de cuero se enriquecían con una decoración ornamental obtenida al torno y mediante el uso combinado del buril y de diversos punzones. La técnica del recorte en calado también era apropiada para los incensarios y los alumbrados. Las series de pequeños objetos en aleaciones de cobre, como las cruces-relicarios pectorales y otros objetos de devoción llevados alrededor del pecho se colaban habitualmente en moldes bivalvos de piedra, formados por dos partes que se encajaban.  Se utilizaban también, de forma corriente, moldes de terracota, que se rompían para sacar el objeto. La homogeneidad de la decoración de la mayoría de los pequeños objetos en aleaciones de cobre, que habían conocido una distribución geográfica extensa, muestra además que se podía proceder por sobremoldeo de objetos existentes. Una vez sacado del molde, el objeto podía recibir una decoración individualizada mediante grabado y/o cincelado. La primera técnica procede mediante retirada y talla de metal, mientras que en la segunda, la decoración sin retirada de metal se imprime y trata en superficie.
 La práctica corriente del dorado contribuyó a reproducir el efecto del oro en superficies de plata, mientras que el estañado de los objetos de aleaciones de cobre les confería un color plateado. Los cabujones de piedras preciosas podían sustituirse con pastas de vidrio coloreadas. El mayor uso de los esmaltes opacos, obtenidos por añadidura de óxidos de estaño, a partir de la segunda mitad del siglo XI, permitió democratizar su uso, sustituyendo el oro que les servía de metal de base con aleaciones de cobre Como lo demuestran las famosas puertas de bronce constantinopolitanas del siglo XI, que se exportaron a Italia, el uso del niel no se reservaba a superficies de oro y plata sino que se practicaba igualmente sobre bronce.
 Las lámparas de aceite que proceden de modelos clásicos, formadas con un depósito esférico ligeramente aplanado, uno o varios pitorros, un ancho reflector, son un ejemplo sorprendente, a semejanza de la lámpara de 2 pitorros (Argelia), de la lámpara de Algeciras (España), o de la lámpara de 3 pitorros de Kairuán (Túnez). También podemos señalar los pebeteros que se inspiran de los incensarios y presentan a menudo formas arquitectónicas: base cilíndrica o cuadrada, pie en forma de patas de animal, altas tapas caladas cónicas o hemisféricas. Este tipo de pebetero se mantendrá en Egipto y en Siria bajo los Mamelucos. Se encuentran ejemplos en España, en África del norte, en Egipto, en Siria; este modelo se enriquecerá con varios discos dispuestos por pisos y constituirá el tipo privilegiado de luminaria en el occidente islámico. En Anatolia, los ejemplos de época selyúcida son diferentes, en forma de linterna calada (Lámpara de Konya, museo de Mevlana).
Junto a los motivos decorativos vegetales y geométricos, aparece un nuevo tema que se hará recurrente en la decoración islámica, la decoración epigráfica. En un principio es tímida, pero ya va desarrollándose una elegante grafía cúfica sobre los objetos fatimíes. La decoración animal no está nunca tratada bajo una óptica naturalista. Que se trate de objetos de pequeñas dimensiones decorando las asas de las jarras de agua, coronando pebeteros, aplicados sobre morteros, o bien aldabas de puerta tal como la de los dragones de Turquía, o de otras piezas de dimensiones mucho más importantes como los pavos reales aguamaniles de España (Pavo real de Cagliari), las bocas de la fuente de Madinat al-Zahra, en forma de ciervo en Córdoba, de león de Setif, en Argelia, ó el famoso grifo conservado en Pisa cuya procedencia está atribuida a Egipto, a España ó a Sicília, el animal está siempre poderosamente estilizado, atrapado en su propia esencia.
Allan James ha subrayado el papel importante de los latoneros fatimíes en el desarrollo del arte del metal y su difusión en los países ribereños del Mediterráneo. Bajo los Ayubíes (1169 - 1250) y los Mamelucos (1250 - 1517), periodos de apogeo de los talleres de Siria y de Egipto, su influencia fue todavía más marcada, dado que, en el mundo islámico, en el curso de los siglos XI y XII, el proceso de elaboración de los objetos de metal se adelantó considerablemente. El uso de diferentes aleaciones de cobre y de zinc - latón, aleación ternaria ó cuaternaria - permitió realizar objetos labrados por martilleo a partir de hojas de metal colado. Paralelamente, en la decoración, las incrustaciones de oro, de plata y de cobre rojo se utilizaron cada vez más. Las formas de lo objetos se fueron diversificando, los aguamaniles (Aguamanil con el nombre del sultán Salah al-din Yusuf), las bacías imponentes de paredes casi verticales, las bandejas, los candelabros de base troncónica, se hicieron más monumentales. Las inscripciones, cada vez más numerosas, formulas de felicitación, textos laudatorios o históricos, firmas de artesanos, se convirtieron en un elemento ornamental importante.
El renombre de los talleres de Egipto y de Siria era tal, que algunas piezas fueron ejecutadas para comanditarios extranjeros, como la gran bacía del siglo XIV decorada con inscripciones con el nombre de Hugues de Lusignan. En los siglos XII y XIII, una escritura de tipo particular, llamada « animada », apareció en el decorado de los objetos de metal en el Oriente y en el Oriente próximo islámicos. Unas veces, las extremidades de las letras estaban coronadas con cabezas humanas, otras veces las mismas letras tomaban formas humanas o animales (Copa Fano- Siria). Si la iluminación de los manuscritos occidentales contenía desde el siglo VII modelos de « letras animadas », eran sólo letras aisladas, iniciales, mientras que en los metales y únicamente sobre estos, este tipo de grafía fue empleada para las inscripciones. orientales, armenio 116 y armenio 347) nos proporcionan bellos ejemplos. Los dos árboles que enmarcan las dos composiciones son igualmente tratados: base del tronco desnudo, ramas aireadas, hojas alargadas dispuestas regularmente en ambos lados de las ramas cuya extremidad se dobla ligeramente. Es una clara referencia al tipo de vegetación estilizada que adornaba los manuscritos árabes del siglo XIII.
No obstante, las incrustaciones de plata y de oro se hicieron más escasas, y ya en el siglo XV, se hizo sentir un declive en la producción de obras de metal, mientras que aparecían piezas de cobre o de cobre estañado cuyo decorado era simplemente esgrafiado, mateado ó «  guilloché ». Un grupo de objetos se distinguía por su decorado, tapizado de arabescos, finamente incrustados de plata (Candelabro de Bolonia – Italia). En Anatolia, los artesanos del bronce otomanos volvieron a poner de relieve  la técnica del tombak, cuyo origen se remontaba a la antigüedad y que también fue empleada por los Bizantinos. El objeto, de aleación cobriza, era dorado al mercurio y tomaba entonces la apariencia del metal precioso. Pero la operación era muy larga y delicada, y estas piezas no fueron ejecutadas en otras regiones.

 

 

 

 

Las artes textiles

El cartucho estrellado
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Temas asociados
En Bizancio
Si Bizancio, como el mundo islámico medieval, ha podido ser definido por el historiador Maurice Lombard como la civilización del textil, los testigos de esta producción han sido muy escasos, a excepción de los tejidos coptos. La gran mayoría de los tejidos bizantinos ha sobrevivido en los tesoros de las iglesias occidentales, en Francia, en Suiza, en Alemania, en Bélgica o en Italia. Otros tejidos preciosos fueron cortados para realizar casullas ó otros trajes religiosos.
Nuestra información está también truncada puesto que si en Occidente, disponemos de una fuente importante de informaciones sobre la naturaleza de las importaciones de sederías de lujo, en las regiones de producción, los testigos son rarísimos. Efectivamente, las excavaciones arqueológicas revelan sobre todo unos tejidos ordinarios, de uso cotidiano, poco estudiados. Función
La primera función del textil es de proteger el cuerpo, de vestirlo. Además, numerosos textiles de lujo, y sobre todo los trabajos bordados, eran empleados en la liturgia, y, de forma general, en el culto.
Según los miles de textiles y de prendas de aquellas épocas encontrados en Egipto; la lana y el lino se asociaban; la lana, a diferencia del lino, se teñía con más facilidad y servía para crear las decoraciones coloreadas mediante inserciones de tapicería.
En aquella época, fue bajo el reinado del emperador Justiniano que la sericicultura fue introducida en el Imperio bizantino. Entre los regalos hechos por el emperador bizantino al soberano armenio, Procopio señala unos tejidos de biso. Los colores
Los matices  más corrientes de los tejidos del Oriente Próximo son el azul oscuro, a base de índigo, los amarillos, de origen vegetal, y el rojo. En cuanto al periodo bizantino, uno de los más hermosos especimenes de tejido teñido con púrpura procede de la catedral de Sion, en Suiza. La forma de este fragmento demuestra que se trata de la parte inferior de una dalmática.
Las técnicas
Los damascos, los taqueté, los samitos labrados ó los lámpas, que son las urdimbres de tejidos conocidas en Bizancio, necesitaban un telar perfeccionado llamado telar de tiro. Hay que tener en cuenta  que los telares bizantinos debían de ser muy grandes, contrariamente a los telares chinos, pues hemos conservado amplios anchos de tela, como las sederías imperiales decoradas con leones.
Organización del trabajo
Bizancio, así como el mundo arabo-islámico contemporáneo, utiliza el sistema romano de los talleres privados (collegia ó ministeria en Roma, somata en Bizancio) y de las manufacturas de Estado (fabricae publicae en Roma, demosia somata en Bizancio). Los demosia somata trabajan para la corte imperial y fabrican también los tejidos destinados a los intercambios diplomáticos. Así como la producción de los talleres privados, la exportación de sederías de lujo es estrictamente controlada. Hemos dudado mucho tiempo antes de definir este tipo de telas como decoradas con medallones circulares ó octogonales. Las decoraciones
Las criaturas fantásticas inspiradas de Oriente Próximo desempeñan un papel importante en las decoraciones textiles bizantinas: caballos alados, simurgh o grifones. Los caballos alados y los íbices que adornan numerosos estucos o sellos sasánidas también figuran sobre los textiles. Hay que señalar que estos motivos, como aquellos leones de tipo iraní, son emblemáticos de la producción de los talleres imperiales. Así como el mundo árabe, Bizancio conoce también las decoraciones geométricas que pueden formar la única decoración del textil ó combinarse con motivos florales o figurados. En este Imperio cristiano, las telas con sujetos bíblicos son numerosas, aunque ciertos obispos, como Asterio de Amasea, condenan este uso. Los temas mitológicos, que evocan la cultura clásica apreciada de la aristocracia durante los primeros siglos de Bizancio, también se ilustran sobre las sederías, como los Dioscuros en Saint-Servais de Maastricht, la representación de una escena dionisiaca en Sens, ó también sobre varias tapicerías coptas conservadas en la Fundación Abegg en Suiza.
Hacia el año mil, aparece el tipo de sederías monocromas esgrafiadas, que conocemos tanto por unos ejemplares conservados en los tesoros de las iglesias de Occidentes como por testimonios iconográficos (frescos o iluminaciones). Estas telas sobrias eran muy apreciadas en un contexto religioso, puesto que muchos ejemplos de casullas y otros trajes litúrgicos cortados en este tipo de telas, han sido conservados, especialmente en Alemania, Francia y Suiza. Según el ángulo de visión, se puede en efecto leer o no su decoración; sino, la sedería parece ser de color totalmente liso. El lámpas ha debido ser elaborado a esta época, sin que podamos determinar su lugar de nacimiento puesto que parece surgir de forma simultánea alrededor del año Mil en el mundo arabo-bizantino y en Bizancio.
El dar al-tiraz puede ser privado (khassa), si está instalado dentro del área delimitada por los muros del palacio, o público ('amma), en cuyo caso la venta de su producción constituye una importante fuente de recursos para el Tesoro. Durante la Edad Media, el mobiliario está constituido fundamentalmente por tejidos. Los cronistas suelen mencionar castillos de telas rodeados de murallas de lino, auténticas ciudades de tejidos en las que los abasíes y los fatimíes hallan deleite y descanso. Estos ricos pabellones decorados con motivos figurativos se amontonan en los almacenes del palacio. En la estructura de las grandes ciudades subsisten rastros de ello: los mercados de telas nunca están demasiado lejos de los bancos. Las fiestas son momentos culminantes en los que se sacan a relucir los lujosos tejidos. Los talleres del califa fabrican efectivamente cada año esta lujosa pieza de tejido de 700 m2 para el santuario de La Meca. Frente a un Occidente técnicamente debilitado por las invasiones bárbaras y frente a un Imperio Bizantino protector de sus sedas, los países musulmanes impulsan un desarrollo de las artes del textil acorde con el gran interés que despiertan. Las conquistas de los primeros siglos reunieron bajo una única dominación a los pueblos de España, del Magreb, del Oriente Medio bizantino y del imperio sasánida. Y el Occidente latino adopta la misma tendencia. El florecimiento urbano producido como consecuencia de la expansión musulmana, el lujo de las cortes y las necesidades del ejército y de la marina estimulan la producción de tejidos. Su amplio léxico de los tejidos designa procedimientos, lugares de fabricación o venta, diseños… Los términos no siempre ayudan a identificar las técnicas empleadas, pero demuestran la importancia que tenía el arte del textil en la civilización musulmana, que se suele definir como una civilización del textil.















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